Monday, December 25, 2006

Aquella mujer

Entra en mi vida, soy Elena Noriega

Elena pasó por enésima vez en su vida junto a la mujer de negro que se refugia a la entrada de los grandes almacenes, sin embargo ese día se quedó un poco preocupada ya que la oyó susurrar algo al aire, con la mirada más perdida que nunca. Darle una moneda en ese momento le pareció inapropiado, aquella mujer no resolvería su vida con una moneda porque había estado ahí como mínimo los siete años que ellos llevaban viviendo en el barrio y puede que cien, pues aparentaba esa edad. Su cara estaba surcada como los troncos de los olivos, con ese tono parecido a la madera que produce vivir siempre a la intemperie. Cada año menguaba más su cuerpo que ya era pequeño de por sí, siempre con las mismas ropas, de luto riguroso, negro el vestido, el pañuelo de la cabeza y los calcetines hasta la rodilla, con los zapatos negros también, con cordones. Parecía un personaje sacado de un cuadro de Dalí, pero más bello, porque representaba la contradicción de la temporalidad y la atemporalidad ya que su vida remedaba el sonido de una armónica siempre prolongado y decreciente. Con sus susurros hacía patente la muerte y la supervivencia al mismo tiempo, encogiendo el corazón de todo Madrid sin percatarse. En Navidades se asemejaba a un elemento más del montaje que preparan los grandes almacenes ante la sensiblería familiar y el tono de fiesta. En el momento de entrar a la tienda Elena entendió por qué nunca se instalaba en otro lugar, el espacio que ocupaba era la salida de la calefacción de los grandes almacenes….De todos modos, aparte de despertar ternura en los corazones, aquella mujer, denunciaba con su presencia que los tiempos modernos nunca llegarían para todos y hacía sentir culpable a cada viandante de su apego a sus pertenencias y a los afectos de los demás, porque ella había enviudado de todos y de todo hacía tiempo. Era el ser más sencillo y pobre que la capital había visto aunque bastaba viajar un poco para saber que no era en absoluto la única persona de estas características en el mundo. Aquella tarde, después de oír los susurros de sus palabras prácticamente imperceptibles, le pareció que aquella mujer alcanzaba lentamente la ligereza de los ángeles mientras asumía el peso del desconsuelo de los pobres…